Peli: "La piel que habito"
Puntuación: 4/10
Al fin estrenaron la última de Almodóvar en Moscú, y allá que se fue Chumari, cargado con sus capas, por un lado, y por otro con su atisbo de esperanza por encontrar algo de la magia de antaño.
Lo primero que puedo decir es que el cine español sigue estando de moda, por lo menos en la capital. En la sesión de las siete de la tarde en el 35mm la sala estaba casi llena, lo cual es mucho decir en los tiempos que corren y con el pedazo de aforo que se gastan allí, el cine de más tirón entre los V.O. moscovitas.
Almodóvar vuelve al thriller con este film, en el que por su tema escabroso laten reminiscencias de "Átame", "Matador", "Tacones lejanos" o incluso "Kika". Sin desvelar mucho, diré que hay secuestros, torturas, villano maniático, sexo no consensuado (al menos un par de veces) y muerte, bastante muerte.
¡Qué bien! Me digo. Esto promete. Con la mala leche y el sentido del humor del manchego, al menos pasaremos un buen rato. Quedaron atrás las moñadas de otras pelis. ¿O no?
Durante el prólogo-primera parte la peli aguanta el interés gracias al suspense, a los actores y al gusto narrativo, muy pulcro, con mano de cirujano plástico, con parsimonia. Planos largos, tranquilos, correctos. Suspense. Almodóvar se toma su tiempo en crear la atmósfera. Antonio Banderas llega a su cortijo y sale de su BMW blanco. Entra, sale. Muy bien Banderas y Anaya, que tienen no poca química. El personaje de Marisa Paredes es más desafortunado y entra un poco con calzador, pero se deja ver. Supongo que uno sigue pegado al asiento por el gran MacGuffin de la trama: ¿quién es esa misteriosa y atractiva chica que Banderas tiene secuestrada en su casa? ¿Por qué tienen una relación tan extraña?
Hay muchas formas de contar una historia, y Almodóvar decide empezar por el desenlace, para luego desvelarnos cómo se llegó a una situación tan extrema. El eje narrativo se coloca en el presente, y luego flashbacks individuales de los protagonistas nos llevan al pasado de forma algo ortopédica (con sobados títulos "Seis años antes") para aclarar la historia en tiempo pluscuamperfecto.
En mi libro de español de nivel avanzado dicen los autores que el uso excesivo del pretérito pluscuamperfecto hace que el estilo se vuelva pesado. No sé si tendrán razón. El caso es que cuando el MacGuffin se disuelve, demasiado pronto, la peli pierde mucho interés. Y encima Almodóvar opta por seguir contándonos lo que ya sabemos perfectamente. Y se toma su tiempo. Lo hace con detalle, sigue con el bisturí, cuando en realidad lo que era necesario era un poco de cuchillo jamonero. Total, que uno empieza a aburrirse y a pensar que le toman por lelo cuando sigue viendo a Banderas entrando y saliendo del BMW y a gente repitiendo información en escenas que ya son superfluas y redundantes.
Pero lo que más me llama la atención es el logro mayúsculo de contar una historia tan truculenta de forma tan fría, calculada y deshumanizada, hasta tal punto, que te da exactamente igual lo que pasa. ¡Que una historia con tanto potencial se quede en algo tan flojo! Si esto es terror, yo soy una madre carmelita. El suspense no da suspense, la violencia no repugna, y sobre todo -sobre todo- uno no sufre en absoluto por el destino de la víctima principal, un personaje apocado y anti-carismático con el que solo nos dejan empatizar en los segundos finales de la peli.
Este Almodóvar deshumanizado me aburre, me entristece y me saca de quicio. Es como una película esterilizada, con envoltorio, narrada con el desapego de un cirujano plástico, como el que representa el personaje de Antonio Banderas. Almodóvar nos coloca una piel falsa, bajo la cual ni sentimos ni padecemos. Es una pena, porque en la Inquisición solemos preferir las formas en carne viva. Y al final para decirnos que la forma y el fondo no son lo mismo. Señor, señor. A lo mejor un cambio en la forma puede cambiar también el fondo. Debería.
Típico caso en el que la idea es mejor que el resultado, la peli se queda en los troncos de la hoguera. Consciente de sus logros, me resigno y me quito la pegatina del club de fans de Almodóvar. No volveré a ver un estreno suyo. He dicho. (Bueno, con la excepción de que vengáis personalmente a mi casa a buscarme).
A la hoguera, sí.